Recuerdo como si fuese ayer, estando en mi casa a la edad de
11 años un domingo cualquiera del año 2004, por pura casualidad encendí el
televisor y pude ver la carrera de motos que hacían por entonces en TVE, en ese
tiempo yo aún no era un aficionado ya que en mi casa no veíamos las motos, pero
algo dentro de mí se encendió cuando pude ver el número 46 tatuado en una de
las motos. Había escuchado hablar de Valentino Rossi, pero hasta entonces,
pocas eran las veces que lo había visto rodar en pista, ese día y gracias a ese
loco italiano, empezó una pasión.
Pasaron los años, y la pasión se fue convirtiendo en
obsesión (sana). Me repasé (gracias a internet) toda la trayectoria del doctor,
desde sus inicios hasta los documentales más personales. Era mi ídolo, lo sabia
todo de él, decoraba la carpeta del instituto con sus pegatinas, también mi
scooter, tenia sus camisetas, gorras e incluso me había leído su autobiografía
y su cómic. Pero todo eso, no era nada en comparación a lo que me hacía sentir
los domingos en las carreras. He llorado de emoción, he saltado de alegría, he
sido muy feliz de verle ganar cada carrera que ha ganado, aunque también he
sabido conformarme con puestos más malos reconociendo el valor que tiene un
piloto al subirse a una moto, y dar un espectáculo como lo hace Rossi. Soy de
los que ha estado también en los momentos malos; ver como el sueño Ducati nos
daba alguna que otra pena y sobretodo de los que sufrió y nunca podrá olvidar
el fatídico día en el que Marco Simoncelli perdió la vida.
Siguen pasando los años, ahora tengo 23, muchas cosas han
cambiado, ha llovido mucho desde entonces, pero hay algo que sigue intacto
dentro de mí, mi sentimiento Rossista. Este año 2015 ha sido un año de experiencias
increíbles, hemos vuelto a soñar con un titulo mundial, ni más ni menos que con
el 10º. Valentino ya no es el chaval jovencito que prometía ser: “el Dios del
motociclismo que ha llegado a ser”, sino que ahora es el señor que pese a la
edad, hace frente a nuevas oleadas de talento, y eso para mí le da un valor
mucho más importante que todo lo que ha hecho hasta ahora. Porque lo tiene todo
para dejarlo y encima en lo más alto, pero no, Rossi quiere más. ¿Sabes porque?
Porque siente el rugir de su Yamaha en su mismo corazón, y no hay nada que se
pueda comparar a eso.
Es verdad que venimos de unos acontecimientos feos, muy poco
habituales en este bonito deporte, y en esta reflexión no voy a comentarlos, ya
que creo que están más que explicados y cada persona tendrá su opinión (quien
quiera saber la mía la puede encontrar en mi Facebook). Pero yo sigo creyendo
en este deporte, y pese a esta mala situación que estamos atravesando TODOS los
aficionados de MotoGP, sé que vamos a superarlo y vamos a ir a mejor, pues si
de algo puede presumirse en las motos, es el buen rollo entre aficionados, así
que no convirtamos este deporte en algo sucio.
En definitiva y para terminar ya, creo firmemente que
Valentino puede ganar el mundial, es difícil lo sé, pero estamos hablando de
Rossi, leyenda viva y Dios del motociclismo. Así que como cada domingo de
motos, mi gorra amarilla, mi corazón a mil por hora, y mis puños apretados
estarán apoyando al 100% a mi ídolo, ese que me hizo, me hace y me hará soñar.
Para terminar, sólo quiero responder a titulo personal, la
pregunta que aparece en la portada del libro de su autobiografía.
“Valentino Rossi: ¿Y si nunca lo hubiese intentado?”.
“Carles Vila: Pues que nos hubiésemos perdido al verdadero
Dios de las dos ruedas, así que Muchas gracias por intentarlo y por superarte
cada vez más.”
Gracias Valentino, la 10º nos espera!
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